La Senadora Nacional Mandato Cumplido Clara Vega analizó la realidad política de La Rioja y puso en evidencia las falencias de la gestión actual. El gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, parece haber perdido el foco en su intento por ampliar su poder político más allá de las fronteras provinciales. En lugar de consolidar su gestión y garantizar soluciones concretas para los riojanos, ha desperdiciado valiosos recursos en una cruzada política con objetivos inalcanzables. Su reciente aspiración a presidir el Partido Justicialista nacional es una muestra de ello: una batalla estéril que lo ha alejado de los problemas reales de la provincia.
Mientras Quintela apostaba a una empresa imposible, La Rioja acumulaba dificultades estructurales que hoy la dejan en una situación alarmante. Entre ellas, la deuda de 300 millones de dólares contraída con bonos verdes, una carga económica que compromete el futuro financiero de la provincia. Lo más grave es que esa deuda se garantizó con un parque eólico que ya ni siquiera es patrimonio riojano. Así, el gobierno provincial hipotecó recursos estratégicos sin obtener beneficios claros para sus ciudadanos. ¿Dónde está el dinero? ¿Cómo se pretende afrontar esta carga sin afectar aún más el desarrollo provincial?
A este descalabro económico se suma la fractura política. La Rioja, con su histórica dependencia de los recursos nacionales, no puede darse el lujo de enfrentarse con el gobierno de Javier Milei. Sin embargo, la disputa entre Quintela y la administración libertaria ha sumido a la provincia en un aislamiento que perjudica directamente a la ciudadanía. Sin diálogo ni puentes con la Nación, las partidas presupuestarias se ven afectadas y los riojanos quedan en el limbo.
Por otro lado, la figura de Martín Menem, en lugar de actuar como un nexo para destrabar conflictos y aportar soluciones, se ha convertido en un actor irrelevante para la provincia. Su desconocimiento de la realidad riojana y su alineamiento con intereses personales lo han llevado a priorizar disputas internas antes que gestionar en favor de su tierra. El resultado: una provincia sin representación efectiva en el Congreso, sin una voz fuerte que defienda sus derechos y reclame lo que le corresponde.
El panorama es desolador. La Rioja necesita recuperar liderazgo político, representación real en los espacios de poder y una administración enfocada en resolver problemas, no en alimentar disputas estériles. Las encuestas en la capital provincial ya muestran el descontento. La gente no quiere enfrentamientos sin sentido ni promesas vacías. Quiere respuestas.
Es momento de replantear las prioridades y poner el foco en lo que realmente importa: el bienestar de los riojanos. Si la política sigue siendo un juego de ambiciones personales, el costo lo pagará la ciudadanía. Y eso es algo que ningún dirigente, por más poder que ostente, debería ignorar.