Bajo la lente perspicaz de la reflexión, se despliega ante nosotros un escenario donde los hilos del destino se entrelazan con las decisiones fundamentales de nuestra sociedad. En este paisaje de incertidumbre y cuestionamiento, ¿cuál es el papel que los maestros han desempeñado en el tumulto de la elección de Miley?
En el teatro político de La Rioja, los maestros, protagonistas silenciosos de la educación, irrumpieron en el escenario electoral con un gesto de descontento hacia el gobernador reinante, depositando su voto en la urna de Miley. Sin embargo, este acto no fue meramente un episodio aislado; fue un eco que resonó en las aulas, tejiendo una red de influencia que se extendió hasta los corazones de los jóvenes educandos.
¿Cómo es posible que en el crisol del aprendizaje, donde se supone que se forjan mentes críticas y discernientes, se haya sembrado la semilla de la discordia política? Muchos desde su enojo, festejaron, compartieron, likearon y mostraron en sus estados, contenidos del batallón de las huestes de Milei que en la campaña se conviertiò màs en un «influencer» que en un candidato, con frases para el meme o para el alzamiento de las masa cansadas de cierta parte de la política. Pero en este malestar se formó parte de lo que vino después. Un gobierno que habla desde las Redes Sociales y no dialoga, generando una fuerte divisiòn casi parecida a la vieja gresca de Unitarios y Federales de antaño que tanto dolor trajo al país. ¿Es momento de autocrítica? ¿Será momento de llamar al uso responsable por parte de las redes sociales, tanto a educadores como a alumnos? La respuesta yace en la fragilidad de nuestro sistema educativo, donde la enseñanza de la historia y el pensamiento crítico cede paso ante las urgencias políticas del momento.
Es un hecho innegable que el actual presidente, en su ascenso al poder, prometió una transformación que resonó en los corazones de los votantes. Sin embargo, en el vaivén de la realidad política, las promesas se desdibujan y la decepción se cierne sobre aquellos que depositaron su confianza en un cambio genuino.
El flagelo que aflige a la docencia en todo el país es un síntoma de un mal mayor: el desdén hacia aquellos que, día tras día, moldean el futuro de nuestra nación. El reconocimiento tan ansiado por los educadores se desvanece en un horizonte distante, mientras sus salarios se ven amenazados por decisiones que desafían toda lógica de valoración y respeto.
En contraste con otros sectores que alzan sus voces en protesta, los maestros, guardianes del conocimiento, luchan en la penumbra de la indiferencia gubernamental. ¿Acaso no es desde las aulas donde se construyen los cimientos de una sociedad más justa y próspera? Es hora de reflexionar sobre el futuro que anhelamos para nuestra patria, y reconocer que el camino hacia la grandeza comienza en la educación, en el respeto y en el apoyo inquebrantable a aquellos que dedican sus vidas a iluminar las mentes de las generaciones venideras